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Los tres oasis del río rojo

Podríamos llamarlo turismo aventura. No porque haya que escalar montañas ni atravesar situaciones riesgosas, sino porque es un rincón agreste y oculto al que no es fácil llegar, pero descubrirlo bien vale el esfuerzo.

La localidad se llama Lemseyed, y está a orillas del Seguiat al-Hamra, el río rojo, en el Sahara Occidental. La minúscula aldea no cuenta más que cuarenta o cincuenta habitantes, y está considerada como el reducto de las bellezas naturales en los alrededores de El Aaiún.

Después de recorrer un largo tramo en el camino hacia Lemseyed en medio de la monotonía de un paisaje siempre igual, de pronto te encuentras con la garganta del Seguiat al-Hamra, abriéndose frente a ti como una menuda fuente de agua que surge de la aridez de las montañas. A partir de ahí, prepara tu cámara fotográfica; en tu periplo en torno a Lemseyed cada paso será una tentación para el objetivo.

Al oeste del oasis hay un valle rocoso que da lugar a otro diminuto oasis que ocupa no más de 20 metros cuadrados cubiertos de vegetación; aquí no vive nadie, pero se aprovecha para el cultivo como una fuente de ingresos adicional.  Al este del oasis, antes de llegar al enorme lecho del río Seguiat al-Hamra, que está seco la mayor parte del año, comienza un tercer oasis, menos abundante en agua y por eso menos fértil.

La vida en Lemseyed es simple y primitiva. Un bucólico sendero es la única separación entre las dos granjas principales de la localidad, no hay ninguna otra división material; el tradicional cementerio del pueblo continúa en uso igual que en los viejos tiempos.

Si te ha picado la curiosidad por conocer Lemseyed, uno de los sitios recónditos aún no alcanzados por las complejidades de la vida moderna, lo mejor es alojarte en El Aaiún, punto de partida para esta excursión, no por marginal menos atractiva; como medio de transporte lo más seguro, aunque más caro, es contratar un taxi en la estación Smara, que te llevará hasta el lugar, esperará y te traerá de vuelta a El Aaiún.

También hay una línea de bus, pero tendrás que indicar muy bien al conductor dónde deseas bajar, y luego no hay seguridad de poder tomarlo para volver. La tercera opción, la más aventurera, es hacer el trayecto a pie; en ese caso, debes calcular unas dos horas y media o tres de ida y otras tantas de vuelta.

Foto: Tore Kjeilen