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La región de Dukala, confluencia de civilizaciones

Situada en la costa del océano Atlántico, Dukala-Abda es una de las dieciséis regiones en que está organizado Marruecos, limitada al norte con el Gran Casablanca, al sur con Marrakech-Tensift-Al Haouz y al este con Chauia-Uardiga. Su capital es Safi.

Es una zona de llanuras suaves y clima benigno, propicia para la agricultura que es su principal actividad; es renombrada por la calidad y variedad de sus hortalizas, como los tomates de Ualidia o las sandías y melones de Sidi Bennur, pequeña ciudad en las proximidades de El Jadida y sede del zoco más importante de la región que se celebra los martes. Entre sus artesanías se destaca la cerámica de Azzemmour y la cestería que se encuentra en toda la región.

El turismo de verano viene a Dukala atraído por la belleza de las playas de la costa atlántica, que se extienden a lo largo de unos trescientos kilómetros, y por su clima suave, que no llega a los calores agobiantes de otros lugares del país.

Dukala-Abda es una de las regiones que conservan más nítidamente los vestigios de las diferentes culturas que sucesiva o simultáneamente se asentaron en su suelo. La más antigua de sus poblaciones fue la berebere (amazigh), que habitaba la región cuando los sultanes marroquíes (sobre todo los Almohades y los Saadíes) comenzaron a instalar en ella tribus árabes a lo largo de las rutas comerciales, así como alrededor de las grandes ciudades como Marrakech, Fez, Ouida y Rabat.

La región estuvo poblada desde tiempos prehistóricos, según lo atestiguan sitios arqueológicos como Jebel Ighoud, en la provincia de Safi, y las cavernas de Al-Jenzira, en la provincia de Al-Jadida, donde se han hallado restos de la presencia humana y de sus utensilios de piedra.

La mayoría de las ciudades de esta región fueron fundadas mucho antes de la llegada del Islam; sin embargo, la época islámica y, sobre todo, los imperios marroquíes desde los Almorávides hasta los Alauitas fueron los que la dotaron de sus construcciones de mayor valor histórico y arquitectónico.

Tal era la riqueza del patrimonio prehistórico e islámico de la región cuando hicieron pie en ella los conquistadores portugueses; su hegemonía se extendió entre los siglos XV y XVIII, y ellos también dejaron su impronta cultural en numerosos edificios y especialmente en la ciudad de Mazagan, que era para ellos tan entrañable como la propia Lisboa, a tal punto que, después de perderla, fundaron en Brasil, sobre el río Amazonas, la Vila Nova de Mazagão, como si de ese modo la recuperasen.

Foto: Vía Panoramio – WX