El Valle del Ameln y las 26 ciudades bereberes
Tiene fama de ser un mundo aparte, por su ubicación en el sur de Marruecos, en la región montañosa del Anti-Atlas, zona poco frecuentada; por sus espectaculares escenarios naturales y por el encanto de las pequeñas ciudades bereberes que pueblan el valle, con sus casas pintadas. Entre enero y mediados de febrero, toda la zona se embellece con los almendros en plena floración.
La más renombrada de las ciudades del valle del Ameln es Tafraut, que para el turista puede ser una buena base para detenerse unos días, explorar las sierras y los pueblos de la zona y disfrutar de las hermosas vistas del valle y del aire fresco que viene de los palmares que crecen en el extremo de la ciudad. Para dar una vuelta por los alrededores conseguirás fácilmente un taxi o podrás alquilar bicicletas de montaña
Partiendo de Tafraut, puedes visitar las ciudades más próximas, como Slatte e Igli, o un poco más lejos, Tagoudiche o Timmertmat. Tagoudiche es un lugar ideal para apreciar las costumbres bereberes tradicionales y gozar de su espontánea hospitalidad. También se puede dar una caminata no muy exigente por los senderos de la montaña, o incluso, los más enérgicos, escalar el Jebel Lekst, de 2359 metros.
A 8 km. de Tafraut se encuentra el pequeño poblado de Umesnat (o Oumsnate), al pie de la montaña de Kest, uno de los más pintorescos del valle. El punto de mayor atracción turística es la visita a una vivienda que llaman la “Maison Traditionnelle”, la “Casa Tradicional”, perteneciente a Sidi Abdeselam, quien asegura que la casa tiene 400 años de antigüedad. Está construida de tapial, y tiene tres pisos, con dos torreones al frente y una galería techada en la parte trasera.
La población de Umesnat está abandonando progresivamente sus viviendas tradicionales, pegadas a la montaña, para irse a vivir a la parte nueva del pueblo, con edificios de hormigón, más cerca de la carretera, en un lugar de más fácil acceso; las casas que quedan abandonadas se deterioran y se van derrumbando. Por eso mismo adquiere mayor valor testimonial la casa de Sidi Abdeselam.
Cerca de la casa tradicional hay otra muy parecida, que pertenece a la misma familia y ha sido adaptada como albergue. No tiene lujo pero es cómoda y agradable, y se puede aprovechar para quedarse una noche y contemplar el valle a la salida del sol. Aunque seguramente lo más valioso de la experiencia ha de ser el poder encontrarse con el estilo de vida y la cultura de un pueblo tan particular como el berebere.
Foto: Vía Panoramio – Tracy Sparkes

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