El Oasis de Aguinane, hermoso lugar poco conocido
En el corazón del Anti-Atlas, en el fondo de un barranco de 200 metros de profundidad, en medio de un paisaje montañoso y árido, aparece deslumbrante el Oasis de Aguinane, lleno de vida y color.
Aguinane (o también Agouni) es el nombre del oasis; está situado en Tata, Sud, y se compone de varias aldeas, unas en el fondo del valle, en el oasis propiamente dicho (tales como El Aïn, Igher, Timzourine) y otras en la parte superior del barranco (Asarrakh, Imedilt, etc.).
El viajero que llega desde el norte, apenas deja las primeras aldeas de Aguinane, que están sobre el barranco, se va adentrando en una zona de valles con cultivos y plantaciones de olivos y frutales. Sigue descendiendo, y desde ahí abajo, al pie de las paredes cortadas a pico, divisa todo el palmeral, los cultivos en terrazas, y numerosos manantiales de agua, que es recogida en estanques.
Después la senda se hace estrecha, corre entre palmeras y huertos, cuya vegetación es tan abundante que casi no deja pasar los rayos del sol, y donde se aglomeran las viviendas. De paso observamos que la edificación tradicional va retrocediendo ante el avance de las nuevas casas de hormigón.
La ruta sigue el trayecto natural del valle y va atravesando los distintos pueblos, ahora sobre la ladera unos metros más arriba del palmeral y los cultivos. Es el momento para detenerse y mirar hacia atrás la espléndida vista que ofrece el “cul de sac” formado por la cabecera del valle.
Después de dejar atrás las últimas aldeas, el camino sigue en buena parte por el lecho de un río encajonado en pequeñas gargantas, siempre hacia el sur, y por el camino se puede observar un morabito pintado de rosa.
Poco más adelante se llega a una zona más llana, interrumpida por algunas suaves colinas, nos vamos acercando a Akka Irhén y comienzan a verse las acacias, cada vez más abundantes a medida que avanzamos; a partir de ahí entramos en camino asfaltado y se ven más poblaciones. En Akka Irhén hay comercios y cafés, un hermoso palmeral, y una alcazaba que pertenece a la familia Glaoui, que vale la pena visitar.
Si seguimos hacia el sur, llegamos a la muralla del Jbel Bani, una cordillera alargada y angosta, de unos 1.300 metros de altura, que corre de este a oeste desde Zagora hasta Tata, y que viene a ser el último cordón montañoso antes de entrar en la inmensidad del Sahara.
Foto: Vía Panoramio – Tagmout

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