Smara, la ciudad de los Sultanes Azules

Uadi El Dahab

Pertenece a la región sahariana de Guelmim – Es Smara, y su nombre significa “lugar de juncos”. Tiene su origen en la ciudadela fundada en 1898 por un jefe saharaui, el Cheij Ma El Ainin, el primer Sultán Azul, hijo predilecto del gran Marabú Mohamed Fadel Ben Maminna que se consideraba descendiente de Fátima, la hija de Mahoma.

El sitio elegido para la construcción fue un lugar privilegiado, a 8 km. de la orilla del Uad Zeluan, que es afluente del Saguia El Hamra, un sitio estratégico por ser el paso de las caravanas que iban de Uad Nun al Adrar.

En ese espléndido paraje, zona de grandes palmerales, con pastos y agua, apta para el cultivo, emprendió la construcción de una gran kasbah, con apoyo de los monarcas marroquíes quienes lo nombraron Califa, o delegado, y haciendo trabajar en ella a numerosos saharauis nómadas.

Hacia 1902 la alcazaba santa estaba terminada y convertida en morada del sultán, y se comenzó a edificar la mezquita, que quedó inconclusa debido a la ocupación de la zona por tropas francesas. Según los saharauis, el coronel Mouret arrasó la ciudadela y quemó la biblioteca en febrero de 1913, aunque Francia no reconoce esta acusación.

Pero lo notable es que Smara fue, sobre todo, la obra de un soñador, un romántico. Smara era el sueño del Cheij Ma el Ainin, el fundador de la efímera dinastía de los “Sultanes Azules” que quisieron hacer de Smara el centro cultural, político y religioso del Saguiat el-Hamra y Uadi el Dahab.

Smara conserva vestigios de su pasado como kasbah amurallada, con cinco puertas, que albergaba dieciocho edificios, entre ellos la residencia del Cheij, la medersa y la Gran Mezquita de la que subsisten los pilares con sus arcadas y la cúpula.

Para el visitante actual, Smara es una ciudad hermosa, y una caminata por sus calles depara una colección de vistas interesantes, como la zawiyya, o altar, del Sultán Azul, y también la mezquita que luce un diseño muy personal.

En los alrededores de Smara existen numerosos grabados rupestres, verdaderas obras de arte en las que el hombre prehistórico ha dejado testimonio de las actividades de su vida cotidiana y sus creencias. Fueron descubiertos en Marruecos hacia fines del siglo XIX, y hoy se cuentan más de 300 sitios repartidos en todo el territorio; en la región sahariana se encuentran al aire libre y al borde de los uadis secos. El arte rupestre forma parte del patrimonio histórico marroquí, y es objeto de investigaciones arqueológicas activas que intentan reconstruir el pasado de Marruecos.

Foto: Dahab.info

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