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El misterio de los parques y jardines de Marruecos

Marruecos se precia de ser una de las cunas de la humanidad, y en efecto, numerosos testimonios que pueden verse en los museos arqueológicos dan cuenta de la presencia del hombre desde la época de la Prehistoria.

A lo largo de los siglos, diferentes civilizaciones han hecho pie en el territorio de Marruecos; cada una ha marcado su impronta, y en esa acumulación sucesiva han sabido integrarse en un todo armónico, que es el que hoy podemos apreciar.

Durante las grandes exploraciones de la Antigüedad, la isla de Mogador, frente a Essaouira, atrajo a los fenicios y a los griegos por sus valles fértiles y su puerto natural, lo mismo que Lixus o Kouass (cerca de Tánger).

Roma tampoco fue ajena a la belleza y posibilidades de la costa atlántica de Marruecos. Los romanos construyeron templos, foros y termas que dieron una fisonomía característica a varias ciudades, entre ellas Rabat y Tánger; la máxima expresión de su actividad la constituye Volubilis, sitio histórico situado no lejos de Meknes, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, donde dejaron exquisitas muestras de lujo y prosperidad en las villas decoradas con delicados mosaicos.

Sucesivamente, bajo los Almorávides y más tarde los Almohades, Marruecos adquirió la suntuosidad de la arquitectura morisca en sus palacios y jardines.

La flora y la fauna del país se pueden admirar tanto en los parques naturales, donde los animales viven libres y protegidos, como en los jardines refinados, donde se ha modificado la naturaleza para crear ambientes propicios a la paz del espíritu.

Verdadero regalo para los ojos, numerosas aves, migratorias o sedentarias, pueblan los parques naturales marroquíes. En los meandros del río Loukos, al sur de Tánger, habitan flamencos rosados, grullas cenicientas, garzas y cigüeñas; otras, como el ibis calvo, frecuentan el parque nacional de Souss Massa, cerca de Agadir, mientras que el águila real y el circaète blanco han preferido el parque nacional de Toubkal, al sur de Marrakech.

La naturaleza virgen muestra su esplendor en las gargantas por donde fluyen ríos cristalinos, en las grutas y los abismos, en la penetrante fragancia de los bosques. Y se muestra mansa y refinada en los artísticos jardines marroquíes. El jardín andaluz de Rabat, los jardines de la Mendoubia en Tánger, de Majorelle en Marrakech, el palmeral de Skoura, cerca de Ouarzazate, el jardín de la Menara, también en Marrakech, así como numerosos jardines privados, todos ellos concebidos para favorecer la serenidad del alma y la elevación del espíritu, son dignos de admiración.

Foto: Wiki Commons