Tercer día, de las dunas de Zagora a Marrakech

Casas de adobe de la Kasbash

Nos hemos despertamos a las 6 de la mañana ya que queríamos ser los primeros en poder asearnos en la haima que hacía de baño. La verdad es que hacía mucho frío, en comparación con el calor que pasamos durante el viaje y en Marrakech. Hay que decir que la oscilación térmica en las zonas del desierto es bastante alta. Podemos estar a 30 grados por el día y perfectamente bajar a temperaturas bajo cero durante la noche y la madrugada. Algo que hay que tener sin duda en cuenta si vamos a viajar hasta esta zona.

El momento más increíble ha sido cuando hemos visto por primera vez y con luz suficiente el lugar en el que estábamos. Daba la sensación de que era un decorado, así, tal cual. Un gran decorado en el que en el centro podíamos ver las tiendas rodeadas del más absoluto desierto. Por otro lado el amanecer en el desierto no tiene ningún desperdicio, poder observar como la atmósfera va cambiando, y la bruma matinal va dispersándose con los primeros rayos de sol ha sido impresionante.

Tras un desayuno bastante escaso, hemos vuelto a los camellos para llegar al punto donde habíamos quedado con Abdul. Esta vez ha sido un poco más corto (el primer día es un paseo de casi 2 horas) y una vez hemos llegado nos hemos metido en el 4×4 para comenzar nuestro camino de vuelta.

A la vuelta sí hemos parado en el impresionante mirador con vistas al palmeral del Valle del Draâ. Este oasis es el más grande de todo Marruecos. Su comienzo lo encontramos antes de Agdz y termina un poco después de Zagora. Cuenta por tanto con 100 km de largo, teniendo una anchura variable dependiendo del cauce del rio. Este oasis lleno de palmeras produce la mayoría de los dátiles que consumimos en España (otros vienen de tunecina). Según Abdul existen más de 40 clases de palmeras distintas, y por tanto hay una gran variedad de dátiles. Hay algunos que jamás probaremos en España ya que su precio es caro incluso en Marruecos. Abdul se ofrece para acercarnos si queremos a un mercado local con un puesto de dátiles, allí nos da a probar una variedad que según cuenta es la mejor que podremos encontrar. Lo cierto es que nada tiene que ver con los que consumimos en España.

Nos dirigimos ahora a Ouarzazate, que es como la llaman la Hollywood de África. Cuenta con varios estudios de cine, entre los que podemos encontrar uno de los más grandes del mundo, los Atlas Studios.

También encontramos la Kasbah Taourirt. Una preciosa ciudadela de adobe que según nos cuenta nuestro guía pertenece al estado. Decidimos no entrar, ni a esta ni al museo del cine que hay frente a la misma, en el cual nos aseguran podremos encontrar decorados de Asterix y Obelix o la mismísima Cleopatra. En su defecto pretendemos llegar antes a Marrakech para poder disfrutar de unas cuantas horas en el zoco y así ir rompiendo mano en eso del regateo.

Evidentemente paramos a comer, un delicioso popurrí de carnes marroquíes con arroz y patatas. Preguntemos a nuestro guía si podemos conseguir aceite de argán, y nos acompaña a una pequeña cooperativa que se encarga de su producción y comercialización. Así que no podemos evitar meternos en la tienda y deleitarnos con los numerosos productos de belleza derivados de este aceite (que dicen iguala en efectividad a la rosa mosqueta).

Nuevamente nos subimos al 4×4 y disfrutamos de la ruta por el Atlas hasta llegar a Marrakech. A pesar de que la primera vez quedamos totalmente impactados, podemos darnos cuenta de que sigue siendo igualmente impresionante realizar este recorrido por segunda vez.

Constantemente vemos gente salir de la nada con productos para vender o reptiles en las manos. Abdul nos cuenta que estas personas pertenecen a tribus nómadas que van cambiando de lugar a medida que la hierba escasea, ya que viven del ganado. No podemos ver sus haimas, pero nos asegura que están escondidas tras las rocas.

Finalmente llegamos a Marrakech. Decidimos comentarle a Abdul que nos apetecería comprar alcohol, unas cuantas cervezas para refrescar la calurosa tarde. El resultado de esa conversación nos deja totalmente alucinados. Al parecer a pesar de que el Corán no permite consumir ningún tipo de sustancia que “maree la cabeza” el país disfruta de unos ingresos bastante suculentos por la producción de alcohol, y es que es la cuarta industria en el país. A pesar de que los marroquíes no pueden beber, muchos lo hacen. Existen licorerías, con licencia, en las que venden todo tipo de alcohol para turistas, pero a la hora de la verdad quien compra allí son los propios marroquíes ya que los turistas no saben donde están.

Pedimos a Abdul que nos acerque a una de estas licorerías, a pesar de que no le hace mucha gracia, pues parece ser que nuestro guía es una persona que respeta bastante el Corán, termina acercándonos. Al llegar y bajar las escaleras de esa tienda subterránea uno se da cuenta de que comprar una cerveza en marruecos es como traficar con droga. Evidentemente toda la gente que está comprando en ese momento es marroquí, somos los únicos extranjeros. Y a pesar de que la cerveza sale un poco más cara que en España nos ahorramos los 7 euros que nos pedían en los bares cerca del hotel. Misión cumplida.

Como ya es tarde decidimos terminar la velada en la terraza del hotel disfrutando de nuestro merecido premio una cerveza bien fresquita (por cortesía de la nevera del hotel). Cenamos por las inmediaciones y nos acostamos pronto para poder aprovechar el último día desde las 7 de la mañana.

Aquí tenéis el diario de mi viaje por Marruecos

También podéis ver las fotos que tomé:

ZAGORA

MARRAKECH

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Categorias: Rutas turisticas


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