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La rosa, elegante tradición de Marruecos

Si en todas partes la rosa es la reina de las flores, en Marruecos lo es en todo su esplendor. Como símbolo de hospitalidad, se regala a los comensales una rosa antes y después de comer. Como símbolo de pureza, se realizan abluciones con el agua de rosas obtenida de su destilación.

Quien visite Marruecos, no debería despedirse del país sin antes haber realizado una excursión al Valle de las Rosas. El punto de partida es Kelaât M’Gouna, un pueblo fortificado perteneciente a la provincia de Ouarzazate; esta pequeña ciudad de catorce o quince mil habitantes, situada a orillas del río M’Goun, se halla a 24 kilómetros de Boumalne, en el valle de los oasis presaharianos, también conocido como la ruta de las kasbahs por la gran cantidad de kasbahs y ksares construidos en adobe que se alzan en su recorrido.

Desde Kelaât M’Gouna, en dirección al norte y ascendiendo por el valle del M’Goun, llegaremos a ese lugar de ensueño; es un valle que se extiende a lo largo de unos treinta kilómetros entre Kelaât M’Gouna y Bou Thrar, en el que crecen rosas de una especie llamada damascena.

Cada familia del valle tiene su plantación, no de la manera perfectamente delimitada que es común en Occidente, sino porciones de tierra más o menos irregulares, con arbustos que se enredan entre sí, y también plantas silvestres, sin dueño, que crecen a los costados de los caminos, al pie de las montañas, en cualquier parte, esparciendo en primavera su delicioso perfume.

Cuenta la leyenda que el primer rosal llegó en alguna caravana desde la ciudad santa de La Meca, hace unos trescientos años, y que creció en el oasis de Kelaa M’Gouna, a 1.400 metros de altura. Al principio los agricultores los usaron para delimitar sus tierras, y luego se extendieron por toda la región.

Actualmente es fuente de ingresos para las familias que los cultivan, que cosechan cada temporada unos 20 kilogramos de pétalos por familia. En su mayor parte, los compradores son fabricantes de perfumes, por lo general franceses, que tienen sus oficinas en Marruecos. Los productores reciben unos cincuenta centavos de euro por kilo de flores; nunca sabrán lo que se paga en Francia por un perfume elaborado con sus rosas, ni la cantidad de subproductos que de ellas se obtienen.

Pero el turista disfrutará la vista de los extensos rosales, podrá ver cómo se elabora el agua de rosas, y si tiene la suerte de hallarse en Marruecos en la segunda semana de mayo, participará de los festejos del fin de la cosecha de rosas, que duran tres días; es la llamada Fiesta de la Rosa, en la que gente de todas partes se reúne para cantar, bailar, elegir a la Reina de la Rosa y conocer y adquirir los productos de cosmética hechos con agua de rosas.

Foto: Vía Panoramio